martes, 29 de noviembre de 2011

El Principado de Sealand. Una realidad increible en el mundo actual.


La escena transcurre en un pub inglés, a finales del año 1967. Allí, un tipo vestido como un marinero, y con una rubicundez que caminaba a medio camino entre la quemazón y la ebriedad, se encuentra ligando con dos amables (y algo casquivanas) señoritas. Ellas se ríen, complacidas, el hombre es guapo, pero, cuando él las invita a irse juntos, parecen dudar. Tampoco es tan guapo. Y él, piquito de oro, que sigue con su cháchara. De repente hace un gesto a las damas para que se acerquen, como si les fuera a contar un secreto. En voz muy baja dice que en realidad él es el rey de un país, que no les invita a su casa, sino a su reino. Que tienen todo el territorio para ellos tres, todo. Será la mayor fiesta que jamás el mundo vio. Es más, y ahora grita, grita mucho, todos los del bar estáis invitados, vamos a montar la mayor juerga que jamás nadie se bebió. Y para eso tenemos todo un país. Porque yo poseo un país. Vamos, comprad toda la bebida que podáis, os espero fuera.
Y todos los que soñaron, los que quisieron seguir a aquel borracho loco, vivieron la experiencia más alucinante de sus vidas. Porque les llevó a un barco, no muy grande, que tenía anclado en el Támesis. Y de allí, a su país. Porque Paddy Roy Bates no mentía. Él era Su Alteza Real el Príncipe de Sealand.
Sealand es una plataforma originalmente usada con fines militares, situada en mitad del Mar del Norte, cerca de Inglaterra, pero anclada a, literalmente, ninguna parte. Su extensión es la equivalente a dos campos de fútbol. Sin embargo es, desde 1967, un país independiente, aun cuando su existencia no esté reconocida de manera expresa por los organismos oficiales. 
                     La nación independiente de Sealand.

El 2 de septiembre de 1967 Paddy Roy Bates decidió poner en marcha el plan más loco, imaginativo, osado y fabuloso que ha visto el surrealismo moderno. Cansado de pasear con su barcaza alrededor de aquel lugar, durante sus emisiones radiofónicas en sintonías piratas, aquel día se decidió. Durante las últimas semanas había observado como algunas personas se paseaban por la misma. No entendía la razón por la cual él no podía hacer lo mismo. Pero Roy, genial, alocado y soñador, tenía planes aun más ambiciosos.
Así que, resuelto como sólo lo están los esquizofrénicos y los iluminados, desembarcó en la plataforma y, rifle en mano, expulsó de allí a todo los que se encontraban en ella, hippies melenudos, que asistían estupefactos a aquella demostración de ficción real. En menos de media hora era el único habitante de la plataforma. Literalmente la había invadido militarmente. En ese mismo momento sus ojos se iluminaron, y su rostro dibujó una sonrisa. Hinco la rodilla en el metal duro y frío, y proclamó, de manera solemne la independencia del Principado de Sealand.
Había nacido un nuevo territorio.
Ya que estaba metido en harina se autocoronó como Rey.
Un año después, asentado de manera casi permanente en su pequeño reino junto con su hijo, tuvo que pasar el mal trago de ver como su país, Sealand, entraba en guerra contra el Reino Unido. Efectivamente, una goleta de la armada Británica se acercó al pequeño territorio para reincorporarlo a la soberanía de Su Graciosa Majestad. Al menos eso es lo que dicen los Bates, pues los servicios de costas ingleses declaran que el barco era únicamente un buque destinado a labores de limpieza. En cualquier caso el joven Roy demostró tener la sangre igual de sulfurosa que su padre, y, con resuelta decisión, abrió fuego sobre el navío, que, ante aquella cohorte de locos decidió recular como romano ante la aldea gala. 
                           Bandera del Principado de Sealand

A resultas de este incidente se interpuso la consecuente denuncia contra Roy Bates, algo que, con el tiempo, daría lugar al título jurídico más claro y diáfano en relación a la pertenencia territorial de Sealand. Así, una corte Británica se declaró incompetente para conocer del asunto, argumentando que la plataforma estaba fuera de su jurisdicción.
Sealand no sólo había repelido la invasión por parte de uno de los países más poderosos del orbe, sino que su independencia había salido reforzada en el envite.
El caso comenzaba a conocerse por todo el mundo. Era objeto de debates y polémicas en las facultades de Derecho más prestigiosas. Era ejemplo de cómo los sueños se pueden hacer realidad para un puñado de rudos idealistas.
Era diferente. Era Sealand.
Pero no iban a acabar ahí las vicisitudes bélicas por las que pasó el reino de Sealand. En 1978, aprovechando una ausencia del Rey, el primer ministro de Sealand, Alexander Achenbach, respaldado por un puñado de mercenarios, dio un golpe de estado y se autoproclamó soberano supremo. Capturó al hijo de Bates, y lo expatrió a Holanda.
Este relato, que parece sacado de la absurda mente de un consumidor habitual de opio que hubiera decidido publicar en Weird Tales, es rigurosamente cierto. En ocasiones la realidad se disfraza de sueño, se pone sus botas de surrealismo y camina por senderos inexplicables. El asunto era serio…pero ¿alguien podía tomarse completamente en serio lo que pasaba en aquel lugar?

                      Situación geográfica del Principado de Sealand

Puede que sólo Bates. Y no le gustó nada que jugaran a los prisioneros con su hijo. Así que, otra vez, se lió la manta a la cabeza y jugó a las cosas que nadie creería. Alquiló un helicóptero, subió en el a tres amigos cargado con escopetas de caza y armas blancas, y se dispuso a liberar Sealand por vía aérea. Y, como si fuera una intervención de comandos en un país hostil (bueno, fue una intervención de comandos en un país hostil) aquellos cuatro locos posicionaron la nave sobre la plataforma, dispararon unos cuantos tiros al aire, y Bates, juntos con otros dos, se lanzo, vía escala, a reconquistar su Reino.
Es increíble.
Aquellos que fueron capturados en aquella escaramuza con contenido bélico fueron considerados prisioneros de guerra. Holanda y Alemania solicitaron al gobierno británico su liberación, pero éste se lavó las manos diciendo que no tenía jurisdicción sobre Sealand. Era otro reconocimiento de lo más explícito al particular estatuto jurídico de la plataforma. Al final, sólo la intermediación de un embajador alemán consiguió que se pusieran en libertad aquellos rehenes. Sealand miraba cara a cara al mundo, al resto de sus naciones.
Las consideraba sus hermanas.
Alexander Achenbach, expulsado para siempre, se dispuso a organizar un gobierno en el exilio, que aun hoy, bajo otra dirección personal, se identifica como el único gobierno legítimo de Sealand, convertido según ellos en una República, por el derrocamiento de Bates. Achenbach compara su situación con el gobierno republicano español en el exilio durante los años 40, o el caso de De Gaulle en aquella misma época.
Es de locos.
Ya en 1990 se produce el último incidente bélico de este conflictivo país. Un buque de la Marina Real británica se acerca en exceso a la plataforma, algo que no gusta a Bates y los suyos (nunca más de 5 personas con residencia habitual allí), que deciden, como viene siendo habitual en la historia de su territorio, responder a balazos. El barco, sorprendido, sin saber exactamente qué pasaba, qué podía y qué no debía hacer, huye.
Sealand había sobrevivido a otro intento invasor por parte de la superpotencia imperialista...
En la actualidad Sealand cuenta con moneda propia (el dólar de Sealand, igualado al cambio al dólar estadounidense), aunque no presenta especiales problemas de divisas… Ha acuñado monedas, aunque de manera puramente testimonial y simbólica. Tiene emisiones filatélicas propias que, debido a su escasez, son pieza codiciadísima por los coleccionistas, alcanzando precios verdaderamente astronómicos en el mercado. Posee un himno oficial, una bandera, un escudo y un diario que, a modo del Boletín español, recoge todas las incorporaciones normativas que se hacen al cuerpo legal de Sealand, entre las cuales se encuentra la Constitución, aprobada el 25 de septiembre de 1975 (el 25 de septiembre es fiesta laboral para los habitantes de Sealand). En la actualidad se está observando la posibilidad de abrir el primer Banco Estatal de Sealand. 

                           Sellos del Servicio Postal de Sealand.

Asimismo, aunque en toda su superficie apenas entrarían un par de campos de fútbol, tiene una selección de este deporte. La fotografía de este equipo, colgada en Internet, es toda una apología a la amistad, la fiesta, la ebriedad y las barrigas cerveceras…

                     Selección nacional de Fútbol de Sealand...en serio

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