Todas las novelas son cápsulas temporales.
Margaret Atwood. (Ottawa, 1939)
1.- Una cápsula del tiempo es un intento de trascender a la propia existencia vital. Más allá de cualquier otra consideración, este debe de ser el punto de partida primordial sobre el que basar el estudio de las mismas. Desde una visión pragmática, una cápsula del tiempo es un recipiente en el cual alguien, de manera privada o en representación de algún tipo de comunidad, introduce una serie de objetos que considera representativos de la sociedad coetánea a él, y luego lo sella herméticamente, con la intención de que permanezca en ese estado hasta un futuro, que puede ser definido o indefinido (la cápsula puede estar proyectada para abrirse en un año determinado o esperar hasta que alguien aleatoriamente rompa su lacre), en el cual el estudio de su contenido sirva para conocer la forma de vida del tiempo del que procede.
2.- ¿Como una Pompeya artificial? Puede parecer tentador pensar que sí, pero no deja de ser una idea errónea. Y es que una característica primordial de las cápsulas del tiempo es su voluntariedad: alguien las hizo, alguien puso en ellas lo que contienen, alguien las selló. Nada que ver, por tanto, con la absoluta aleatoriedad que presentan los restos de Pompeya o Herculano, o, en general, cualquier yacimiento arqueológico. Resulta claro, por otro lado, que esa voluntariedad se alza, paradójicamente, como una de las mayores taras de estas cápsulas como objetos potencialmente útiles para el estudio de una determinada época o sociedad. Efectivamente, el mero hecho de seleccionar qué irá dentro de la cápsula supone una manipulación humana de la realidad, por cuanto modifica la misma de manera consciente, potenciando algunos de sus aspectos y olvidando completamente otros. Es imposible introducir en un habitáculo, por amplio que sea, representaciones suficientes que caractericen una sociedad, por lo que la citada selección se hace imprescindible. El filtro será, pues, siempre subjetivo, y no permitiría jamás aprehender de manera fehaciente la realidad que pretender representar.
3.- El científico Carl Sagan utilizó una idea similar a la de las cápsulas temporales en las conocidas placas de oro que iban adosadas a las sondas espaciales Pioneer X y XI, lanzadas en los años 1972 y 1973, respectivamente. En esa placa Sagan intenta condensar la información básica sobre el género humano, de una manera gráfica que pudiera ser entendible, según él, por cualquier forma de vida inteligente. Es, por así decirlo, un paso más en la idea de cápsula temporal.
Placa de Sagan.
La placa (que posteriormente fue acusada de machismo, pues mostraba al hombre en actitud activa, mientras la mujer se mantenía pasiva, y de racista, puesto que los seres humanos parecían ser de raza caucásica), procuraba establecer parámetros básicos de la especie humana, tales como su aspecto físico, el lugar del universo donde habitaba, la composición subatómica del hidrógeno y sus spin, como clave para una posible comunicación.
A raíz de esta experiencia diversas misiones espaciales han portado cápsulas de memoria (que, en estos caso, son más cápsulas de información) que ejemplifican aspectos como la tecnología, literatura o música de la Tierra.
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